El 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante Resolución A/RES/47/193. En él se estableció que el 22 de marzo de cada año se dedique a concientizar sobre la importancia de este valioso recurso. En Tucumán, recordar y celebrar el Día del Agua es irónico y hasta patético. Basta con recorrer la ribera del río Salí o alguno de sus afluentes y observar que existen: vertidos de efluentes industriales de todo tipo; desechos de aguas residuales; residuos sólidos urbanos (RSU); olores nauseabundos, etc., para concluir que no tenemos nada que celebrar y que hay mucho por mejorar. Las consecuencias derivadas de todo ello son: alteración física y química del agua; afectación negativa de la biodiversidad, flora y fauna; del paisaje; de las poblaciones ribereñas; y también impacta en las demandas bioquímicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO). Conclusión: el río lleva agua que no es apta para ningún uso. Esta agua también afecta al lago del embalse de Río Hondo, ya que lo contamina, favorece su colmatación, eutrofización y perjudica el turismo y los ecosistemas acuáticos. A esto hay que sumar que la falta de una política de Estado, planes y programas para el manejo de la cuenca, ha favorecido la erosión del suelo, las inundaciones periódicas y la desaparición de los bosques de ribera. Hoy la cuenca Salí – Dulce es la segunda en niveles de contaminación en Argentina. La falta de interés del Poder Ejecutivo provincial, en relación con la contaminación del agua, se hace patente cuando se observa que nunca participó como querellante o querellante en los juicios que se tramitan en los tribunales de nuestra provincia o a nivel federal (no dejó a los ciudadanos a su suerte). De los derrames de aguas servidas que asolan la capital y la falta de agua potable, mejor ni hablar. Se sabe que el mantenimiento y fomento de la vegetación en el piedemonte favorece la retención y regulación de las aguas de la cuenca Salí – Dulce, pero pareciera que los que gobiernan Tucumán no lo saben, o no les importa. ¿Por qué será?
El 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante Resolución A/RES/47/193. En él se estableció que el 22 de marzo de cada año se dedique a concientizar sobre la importancia de este valioso recurso. En Tucumán, recordar y celebrar el Día del Agua es irónico y hasta patético. Basta con recorrer la ribera del río Salí o alguno de sus afluentes y observar que existen: vertidos de efluentes industriales de todo tipo; desechos de aguas residuales; residuos sólidos urbanos (RSU); olores nauseabundos, etc., para concluir que no tenemos nada que celebrar y que hay mucho por mejorar. Las consecuencias derivadas de todo ello son: alteración física y química del agua; afectación negativa de la biodiversidad, flora y fauna; del paisaje; de las poblaciones ribereñas; y también impacta en las demandas bioquímicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO). Conclusión: el río lleva agua que no es apta para ningún uso. Esta agua también afecta al lago del embalse de Río Hondo, ya que lo contamina, favorece su colmatación, eutrofización y perjudica el turismo y los ecosistemas acuáticos. A esto hay que sumar que la falta de una política de Estado, planes y programas para el manejo de la cuenca, ha favorecido la erosión del suelo, las inundaciones periódicas y la desaparición de los bosques de ribera. Hoy la cuenca Salí – Dulce es la segunda en niveles de contaminación en Argentina. La falta de interés del Poder Ejecutivo provincial, en relación con la contaminación del agua, se hace patente cuando se observa que nunca participó como querellante o querellante en los juicios que se tramitan en los tribunales de nuestra provincia o a nivel federal (no dejó a los ciudadanos a su suerte). De los derrames de aguas servidas que asolan la capital y la falta de agua potable, mejor ni hablar. Se sabe que el mantenimiento y fomento de la vegetación en el piedemonte favorece la retención y regulación de las aguas de la cuenca Salí – Dulce, pero pareciera que los que gobiernan Tucumán no lo saben, o no les importa. ¿Por qué será?
El 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante Resolución A/RES/47/193. En él se estableció que el 22 de marzo de cada año se dedique a concientizar sobre la importancia de este valioso recurso. En Tucumán, recordar y celebrar el Día del Agua es irónico y hasta patético. Basta con recorrer la ribera del río Salí o alguno de sus afluentes y observar que existen: vertidos de efluentes industriales de todo tipo; desechos de aguas residuales; residuos sólidos urbanos (RSU); olores nauseabundos, etc., para concluir que no tenemos nada que celebrar y que hay mucho por mejorar. Las consecuencias derivadas de todo ello son: alteración física y química del agua; afectación negativa de la biodiversidad, flora y fauna; del paisaje; de las poblaciones ribereñas; y también impacta en las demandas bioquímicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO). Conclusión: el río lleva agua que no es apta para ningún uso. Esta agua también afecta al lago del embalse de Río Hondo, ya que lo contamina, favorece su colmatación, eutrofización y perjudica el turismo y los ecosistemas acuáticos. A esto hay que sumar que la falta de una política de Estado, planes y programas para el manejo de la cuenca, ha favorecido la erosión del suelo, las inundaciones periódicas y la desaparición de los bosques de ribera. Hoy la cuenca Salí – Dulce es la segunda en niveles de contaminación en Argentina. La falta de interés del Poder Ejecutivo provincial, en relación con la contaminación del agua, se hace patente cuando se observa que nunca participó como querellante o querellante en los juicios que se tramitan en los tribunales de nuestra provincia o a nivel federal (no dejó a los ciudadanos a su suerte). De los derrames de aguas servidas que asolan la capital y la falta de agua potable, mejor ni hablar. Se sabe que el mantenimiento y fomento de la vegetación en el piedemonte favorece la retención y regulación de las aguas de la cuenca Salí – Dulce, pero pareciera que los que gobiernan Tucumán no lo saben, o no les importa. ¿Por qué será?
El 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante Resolución A/RES/47/193. En él se estableció que el 22 de marzo de cada año se dedique a concientizar sobre la importancia de este valioso recurso. En Tucumán, recordar y celebrar el Día del Agua es irónico y hasta patético. Basta con recorrer la ribera del río Salí o alguno de sus afluentes y observar que existen: vertidos de efluentes industriales de todo tipo; desechos de aguas residuales; residuos sólidos urbanos (RSU); olores nauseabundos, etc., para concluir que no tenemos nada que celebrar y que hay mucho por mejorar. Las consecuencias derivadas de todo ello son: alteración física y química del agua; afectación negativa de la biodiversidad, flora y fauna; del paisaje; de las poblaciones ribereñas; y también impacta en las demandas bioquímicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO). Conclusión: el río lleva agua que no es apta para ningún uso. Esta agua también afecta al lago del embalse de Río Hondo, ya que lo contamina, favorece su colmatación, eutrofización y perjudica el turismo y los ecosistemas acuáticos. A esto hay que sumar que la falta de una política de Estado, planes y programas para el manejo de la cuenca, ha favorecido la erosión del suelo, las inundaciones periódicas y la desaparición de los bosques de ribera. Hoy la cuenca Salí – Dulce es la segunda en niveles de contaminación en Argentina. La falta de interés del Poder Ejecutivo provincial, en relación con la contaminación del agua, se hace patente cuando se observa que nunca participó como querellante o querellante en los juicios que se tramitan en los tribunales de nuestra provincia o a nivel federal (no dejó a los ciudadanos a su suerte). De los derrames de aguas servidas que asolan la capital y la falta de agua potable, mejor ni hablar. Se sabe que el mantenimiento y fomento de la vegetación en el piedemonte favorece la retención y regulación de las aguas de la cuenca Salí – Dulce, pero pareciera que los que gobiernan Tucumán no lo saben, o no les importa. ¿Por qué será?
El 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante Resolución A/RES/47/193. En él se estableció que el 22 de marzo de cada año se dedique a concientizar sobre la importancia de este valioso recurso. En Tucumán, recordar y celebrar el Día del Agua es irónico y hasta patético. Basta con recorrer la ribera del río Salí o alguno de sus afluentes y observar que existen: vertidos de efluentes industriales de todo tipo; desechos de aguas residuales; residuos sólidos urbanos (RSU); olores nauseabundos, etc., para concluir que no tenemos nada que celebrar y que hay mucho por mejorar. Las consecuencias derivadas de todo ello son: alteración física y química del agua; afectación negativa de la biodiversidad, flora y fauna; del paisaje; de las poblaciones ribereñas; y también impacta en las demandas bioquímicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO). Conclusión: el río lleva agua que no es apta para ningún uso. Esta agua también afecta al lago del embalse de Río Hondo, ya que lo contamina, favorece su colmatación, eutrofización y perjudica el turismo y los ecosistemas acuáticos. A esto hay que sumar que la falta de una política de Estado, planes y programas para el manejo de la cuenca, ha favorecido la erosión del suelo, las inundaciones periódicas y la desaparición de los bosques de ribera. Hoy la cuenca Salí – Dulce es la segunda en niveles de contaminación en Argentina. La falta de interés del Poder Ejecutivo provincial, en relación con la contaminación del agua, se hace patente cuando se observa que nunca participó como querellante o querellante en los juicios que se tramitan en los tribunales de nuestra provincia o a nivel federal (no dejó a los ciudadanos a su suerte). De los derrames de aguas servidas que asolan la capital y la falta de agua potable, mejor ni hablar. Se sabe que el mantenimiento y fomento de la vegetación en el piedemonte favorece la retención y regulación de las aguas de la cuenca Salí – Dulce, pero pareciera que los que gobiernan Tucumán no lo saben, o no les importa. ¿Por qué será?
El 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante Resolución A/RES/47/193. En él se estableció que el 22 de marzo de cada año se dedique a concientizar sobre la importancia de este valioso recurso. En Tucumán, recordar y celebrar el Día del Agua es irónico y hasta patético. Basta con recorrer la ribera del río Salí o alguno de sus afluentes y observar que existen: vertidos de efluentes industriales de todo tipo; desechos de aguas residuales; residuos sólidos urbanos (RSU); olores nauseabundos, etc., para concluir que no tenemos nada que celebrar y que hay mucho por mejorar. Las consecuencias derivadas de todo ello son: alteración física y química del agua; afectación negativa de la biodiversidad, flora y fauna; del paisaje; de las poblaciones ribereñas; y también impacta en las demandas bioquímicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO). Conclusión: el río lleva agua que no es apta para ningún uso. Esta agua también afecta al lago del embalse de Río Hondo, ya que lo contamina, favorece su colmatación, eutrofización y perjudica el turismo y los ecosistemas acuáticos. A esto hay que sumar que la falta de una política de Estado, planes y programas para el manejo de la cuenca, ha favorecido la erosión del suelo, las inundaciones periódicas y la desaparición de los bosques de ribera. Hoy la cuenca Salí – Dulce es la segunda en niveles de contaminación en Argentina. La falta de interés del Poder Ejecutivo provincial, en relación con la contaminación del agua, se hace patente cuando se observa que nunca participó como querellante o querellante en los juicios que se tramitan en los tribunales de nuestra provincia o a nivel federal (no dejó a los ciudadanos a su suerte). De los derrames de aguas servidas que asolan la capital y la falta de agua potable, mejor ni hablar. Se sabe que el mantenimiento y fomento de la vegetación en el piedemonte favorece la retención y regulación de las aguas de la cuenca Salí – Dulce, pero pareciera que los que gobiernan Tucumán no lo saben, o no les importa. ¿Por qué será?
El 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante Resolución A/RES/47/193. En él se estableció que el 22 de marzo de cada año se dedique a concientizar sobre la importancia de este valioso recurso. En Tucumán, recordar y celebrar el Día del Agua es irónico y hasta patético. Basta con recorrer la ribera del río Salí o alguno de sus afluentes y observar que existen: vertidos de efluentes industriales de todo tipo; desechos de aguas residuales; residuos sólidos urbanos (RSU); olores nauseabundos, etc., para concluir que no tenemos nada que celebrar y que hay mucho por mejorar. Las consecuencias derivadas de todo ello son: alteración física y química del agua; afectación negativa de la biodiversidad, flora y fauna; del paisaje; de las poblaciones ribereñas; y también impacta en las demandas bioquímicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO). Conclusión: el río lleva agua que no es apta para ningún uso. Esta agua también afecta al lago del embalse de Río Hondo, ya que lo contamina, favorece su colmatación, eutrofización y perjudica el turismo y los ecosistemas acuáticos. A esto hay que sumar que la falta de una política de Estado, planes y programas para el manejo de la cuenca, ha favorecido la erosión del suelo, las inundaciones periódicas y la desaparición de los bosques de ribera. Hoy la cuenca Salí – Dulce es la segunda en niveles de contaminación en Argentina. La falta de interés del Poder Ejecutivo provincial, en relación con la contaminación del agua, se hace patente cuando se observa que nunca participó como querellante o querellante en los juicios que se tramitan en los tribunales de nuestra provincia o a nivel federal (no dejó a los ciudadanos a su suerte). De los derrames de aguas servidas que asolan la capital y la falta de agua potable, mejor ni hablar. Se sabe que el mantenimiento y fomento de la vegetación en el piedemonte favorece la retención y regulación de las aguas de la cuenca Salí – Dulce, pero pareciera que los que gobiernan Tucumán no lo saben, o no les importa. ¿Por qué será?
El 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante Resolución A/RES/47/193. En él se estableció que el 22 de marzo de cada año se dedique a concientizar sobre la importancia de este valioso recurso. En Tucumán, recordar y celebrar el Día del Agua es irónico y hasta patético. Basta con recorrer la ribera del río Salí o alguno de sus afluentes y observar que existen: vertidos de efluentes industriales de todo tipo; desechos de aguas residuales; residuos sólidos urbanos (RSU); olores nauseabundos, etc., para concluir que no tenemos nada que celebrar y que hay mucho por mejorar. Las consecuencias derivadas de todo ello son: alteración física y química del agua; afectación negativa de la biodiversidad, flora y fauna; del paisaje; de las poblaciones ribereñas; y también impacta en las demandas bioquímicas y químicas de oxígeno (DBO y DQO). Conclusión: el río lleva agua que no es apta para ningún uso. Esta agua también afecta al lago del embalse de Río Hondo, ya que lo contamina, favorece su colmatación, eutrofización y perjudica el turismo y los ecosistemas acuáticos. A esto hay que sumar que la falta de una política de Estado, planes y programas para el manejo de la cuenca, ha favorecido la erosión del suelo, las inundaciones periódicas y la desaparición de los bosques de ribera. Hoy la cuenca Salí – Dulce es la segunda en niveles de contaminación en Argentina. La falta de interés del Poder Ejecutivo provincial, en relación con la contaminación del agua, se hace patente cuando se observa que nunca participó como querellante o querellante en los juicios que se tramitan en los tribunales de nuestra provincia o a nivel federal (no dejó a los ciudadanos a su suerte). De los derrames de aguas servidas que asolan la capital y la falta de agua potable, mejor ni hablar. Se sabe que el mantenimiento y fomento de la vegetación en el piedemonte favorece la retención y regulación de las aguas de la cuenca Salí – Dulce, pero pareciera que los que gobiernan Tucumán no lo saben, o no les importa. ¿Por qué será?