He leído la obra del periodista José Názaro “La dudosa experiencia de descansar en Tafí del Valle al límite” (20/10). El valle es un ecosistema donde los componentes bióticos (vegetación y fauna) y abióticos (aire, suelo y agua) se interrelacionan en un equilibrio dinámico. Las actividades humanas que se realizan, si no son evaluadas y controladas, afectan el medio ambiente al impactar sobre el agua, el suelo, el aire, la flora, la fauna, el paisaje, el patrimonio arqueológico y los componentes humanos y culturales de la zona. Además, existen riesgos de desastres por inundaciones e inundaciones torrenciales, por falta de sistematización y control de las cuencas de los ríos Blanquito, Las Puertas y Tafí. La mayor amenaza se encuentra a orillas del Blanquito, donde hay numerosas casas. Del ruido urbano, del caótico tránsito vehicular, de la basura urbana, del alcantarillado, del patrimonio natural y arqueológico expuesto al saqueo y vandalismo, mejor ni hablar. La guinda del pastel es la falta de mantenimiento y control del dique La Angostura, que es de tierra, y la ausencia de planificación urbana y ordenamiento territorial. Son todas las consecuencias de un proceso de abandono, indiferencia, negligencia, irresponsabilidad e incompetencia, que lleva años. Demuestran la mala o nula gestión de quienes gobernaron y gobiernan el municipio de Tafí del Valle. Como todo ecosistema, el valle tiene límites de carga, recuperación y resistencia. No conozco estos límites, pero puedo afirmar que cada día que pasa nos estamos acercando a ellos. El alcalde Caliva, sus funcionarios y el Concejo Deliberante deben entender esto y hacer lo necesario para que Tafí del Valle se desarrolle de manera ambientalmente sustentable. Tienen la obligación de hacerlo y así lo exigen los ciudadanos, caciques y lugareños.
He leído la obra del periodista José Názaro “La dudosa experiencia de descansar en Tafí del Valle al límite” (20/10). El valle es un ecosistema donde los componentes bióticos (vegetación y fauna) y abióticos (aire, suelo y agua) se interrelacionan en un equilibrio dinámico. Las actividades humanas que se realizan, si no son evaluadas y controladas, afectan el medio ambiente al impactar sobre el agua, el suelo, el aire, la flora, la fauna, el paisaje, el patrimonio arqueológico y los componentes humanos y culturales de la zona. Además, existen riesgos de desastres por inundaciones e inundaciones torrenciales, por falta de sistematización y control de las cuencas de los ríos Blanquito, Las Puertas y Tafí. La mayor amenaza se encuentra a orillas del Blanquito, donde hay numerosas casas. Del ruido urbano, del caótico tránsito vehicular, de la basura urbana, del alcantarillado, del patrimonio natural y arqueológico expuesto al saqueo y vandalismo, mejor ni hablar. La guinda del pastel es la falta de mantenimiento y control del dique La Angostura, que es de tierra, y la ausencia de planificación urbana y ordenamiento territorial. Son todas las consecuencias de un proceso de abandono, indiferencia, negligencia, irresponsabilidad e incompetencia, que lleva años. Demuestran la mala o nula gestión de quienes gobernaron y gobiernan el municipio de Tafí del Valle. Como todo ecosistema, el valle tiene límites de carga, recuperación y resistencia. No conozco estos límites, pero puedo afirmar que cada día que pasa nos estamos acercando a ellos. El alcalde Caliva, sus funcionarios y el Concejo Deliberante deben entender esto y hacer lo necesario para que Tafí del Valle se desarrolle de manera ambientalmente sustentable. Tienen la obligación de hacerlo y así lo exigen los ciudadanos, caciques y lugareños.
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