El 1 de mayo se cumplen 170 años del juramento de nuestra meritoria Ley Fundamental. Su objetivo principal fue poner fin a las continuas guerras civiles y sentar las bases de la unión nacional, implementando un sistema republicano y federal, cuyos pilares fundamentales son la periodicidad en las funciones, la independencia de poderes y la publicidad de los actos de gobierno. Para que un país democrático funcione como tal, basta con aplicar y respetar a cabalidad las disposiciones de su Constitución, donde se consagran los deberes, derechos y garantías de quienes usarán, no abusarán, de sus ciudadanos. Nada más que eso. Nada más. Que humilde homenaje a los constituyentes visionarios, que lograron tan grande tarea, adaptando algunos principios de las democracias verdaderas y perdurables, al recordar su manifiesto final, expresado por la brillante oratoria de Fray Mamerto Esquiú: “Obedezcan señores. Sin Leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; sólo hay pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios libra eternamente a nuestra patria. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se liberan de arrodillarse ante los tiranos.
El 1 de mayo se cumplen 170 años del juramento de nuestra meritoria Ley Fundamental. Su objetivo principal fue poner fin a las continuas guerras civiles y sentar las bases de la unión nacional, implementando un sistema republicano y federal, cuyos pilares fundamentales son la periodicidad en las funciones, la independencia de poderes y la publicidad de los actos de gobierno. Para que un país democrático funcione como tal, basta con aplicar y respetar a cabalidad las disposiciones de su Constitución, donde se consagran los deberes, derechos y garantías de quienes usarán, no abusarán, de sus ciudadanos. Nada más que eso. Nada más. Que humilde homenaje a los constituyentes visionarios, que lograron tan grande tarea, adaptando algunos principios de las democracias verdaderas y perdurables, al recordar su manifiesto final, expresado por la brillante oratoria de Fray Mamerto Esquiú: “Obedezcan señores. Sin Leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; sólo hay pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios libra eternamente a nuestra patria. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se liberan de arrodillarse ante los tiranos.
El 1 de mayo se cumplen 170 años del juramento de nuestra meritoria Ley Fundamental. Su objetivo principal fue poner fin a las continuas guerras civiles y sentar las bases de la unión nacional, implementando un sistema republicano y federal, cuyos pilares fundamentales son la periodicidad en las funciones, la independencia de poderes y la publicidad de los actos de gobierno. Para que un país democrático funcione como tal, basta con aplicar y respetar a cabalidad las disposiciones de su Constitución, donde se consagran los deberes, derechos y garantías de quienes usarán, no abusarán, de sus ciudadanos. Nada más que eso. Nada más. Que humilde homenaje a los constituyentes visionarios, que lograron tan grande tarea, adaptando algunos principios de las democracias verdaderas y perdurables, al recordar su manifiesto final, expresado por la brillante oratoria de Fray Mamerto Esquiú: “Obedezcan señores. Sin Leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; sólo hay pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios libra eternamente a nuestra patria. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se liberan de arrodillarse ante los tiranos.
El 1 de mayo se cumplen 170 años del juramento de nuestra meritoria Ley Fundamental. Su objetivo principal fue poner fin a las continuas guerras civiles y sentar las bases de la unión nacional, implementando un sistema republicano y federal, cuyos pilares fundamentales son la periodicidad en las funciones, la independencia de poderes y la publicidad de los actos de gobierno. Para que un país democrático funcione como tal, basta con aplicar y respetar a cabalidad las disposiciones de su Constitución, donde se consagran los deberes, derechos y garantías de quienes usarán, no abusarán, de sus ciudadanos. Nada más que eso. Nada más. Que humilde homenaje a los constituyentes visionarios, que lograron tan grande tarea, adaptando algunos principios de las democracias verdaderas y perdurables, al recordar su manifiesto final, expresado por la brillante oratoria de Fray Mamerto Esquiú: “Obedezcan señores. Sin Leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; sólo hay pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios libra eternamente a nuestra patria. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se liberan de arrodillarse ante los tiranos.
El 1 de mayo se cumplen 170 años del juramento de nuestra meritoria Ley Fundamental. Su objetivo principal fue poner fin a las continuas guerras civiles y sentar las bases de la unión nacional, implementando un sistema republicano y federal, cuyos pilares fundamentales son la periodicidad en las funciones, la independencia de poderes y la publicidad de los actos de gobierno. Para que un país democrático funcione como tal, basta con aplicar y respetar a cabalidad las disposiciones de su Constitución, donde se consagran los deberes, derechos y garantías de quienes usarán, no abusarán, de sus ciudadanos. Nada más que eso. Nada más. Que humilde homenaje a los constituyentes visionarios, que lograron tan grande tarea, adaptando algunos principios de las democracias verdaderas y perdurables, al recordar su manifiesto final, expresado por la brillante oratoria de Fray Mamerto Esquiú: “Obedezcan señores. Sin Leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; sólo hay pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios libra eternamente a nuestra patria. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se liberan de arrodillarse ante los tiranos.
El 1 de mayo se cumplen 170 años del juramento de nuestra meritoria Ley Fundamental. Su objetivo principal fue poner fin a las continuas guerras civiles y sentar las bases de la unión nacional, implementando un sistema republicano y federal, cuyos pilares fundamentales son la periodicidad en las funciones, la independencia de poderes y la publicidad de los actos de gobierno. Para que un país democrático funcione como tal, basta con aplicar y respetar a cabalidad las disposiciones de su Constitución, donde se consagran los deberes, derechos y garantías de quienes usarán, no abusarán, de sus ciudadanos. Nada más que eso. Nada más. Que humilde homenaje a los constituyentes visionarios, que lograron tan grande tarea, adaptando algunos principios de las democracias verdaderas y perdurables, al recordar su manifiesto final, expresado por la brillante oratoria de Fray Mamerto Esquiú: “Obedezcan señores. Sin Leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; sólo hay pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios libra eternamente a nuestra patria. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se liberan de arrodillarse ante los tiranos.
El 1 de mayo se cumplen 170 años del juramento de nuestra meritoria Ley Fundamental. Su objetivo principal fue poner fin a las continuas guerras civiles y sentar las bases de la unión nacional, implementando un sistema republicano y federal, cuyos pilares fundamentales son la periodicidad en las funciones, la independencia de poderes y la publicidad de los actos de gobierno. Para que un país democrático funcione como tal, basta con aplicar y respetar a cabalidad las disposiciones de su Constitución, donde se consagran los deberes, derechos y garantías de quienes usarán, no abusarán, de sus ciudadanos. Nada más que eso. Nada más. Que humilde homenaje a los constituyentes visionarios, que lograron tan grande tarea, adaptando algunos principios de las democracias verdaderas y perdurables, al recordar su manifiesto final, expresado por la brillante oratoria de Fray Mamerto Esquiú: “Obedezcan señores. Sin Leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; sólo hay pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios libra eternamente a nuestra patria. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se liberan de arrodillarse ante los tiranos.
El 1 de mayo se cumplen 170 años del juramento de nuestra meritoria Ley Fundamental. Su objetivo principal fue poner fin a las continuas guerras civiles y sentar las bases de la unión nacional, implementando un sistema republicano y federal, cuyos pilares fundamentales son la periodicidad en las funciones, la independencia de poderes y la publicidad de los actos de gobierno. Para que un país democrático funcione como tal, basta con aplicar y respetar a cabalidad las disposiciones de su Constitución, donde se consagran los deberes, derechos y garantías de quienes usarán, no abusarán, de sus ciudadanos. Nada más que eso. Nada más. Que humilde homenaje a los constituyentes visionarios, que lograron tan grande tarea, adaptando algunos principios de las democracias verdaderas y perdurables, al recordar su manifiesto final, expresado por la brillante oratoria de Fray Mamerto Esquiú: “Obedezcan señores. Sin Leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; sólo hay pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios libra eternamente a nuestra patria. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se liberan de arrodillarse ante los tiranos.