El clima frío ha comenzado y un asesino invisible anda suelto. Muchas personas pierden la vida cada año como resultado del envenenamiento por monóxido de carbono (CO). La mayoría de los casos están relacionados con: uso de braseros en ambientes cerrados, mal funcionamiento, instalación incorrecta o uso inapropiado de aparatos que funcionan con Gas Natural (GN) o Gas Licuado de Petróleo (GLP). Esta situación se ve agravada por el desconocimiento y la confusión que tiene la población en general al relacionar la intoxicación por CO con la asfixia por fuga de gas natural. Por otra parte, el uso de braseros para calefacción es común en gran parte de las familias tucumanas, lo que aumenta la población expuesta a este riesgo estacional. El CO es un gas altamente venenoso para las personas y los animales, que se mezcla con el aire, por lo que es difícil de reconocer (no se puede ver, oler ni saborear). Se produce por la combustión incompleta (con poco oxígeno) de combustibles que tienen carbono en su composición (ejemplos: GN, GLP, carbón, leña, queroseno, madera, etc.). Entra al cuerpo a través de la respiración y una vez inhalado se combina con la hemoglobina en la sangre a través de los pulmones, impidiendo que el oxígeno llegue a los órganos vitales. Algunos de los síntomas que pueden presentarse son: dolor de cabeza, náuseas, vómitos, mareos, cansancio, etc., que pueden conducir a errores de diagnóstico, ya que son indicadores de otras enfermedades (gripe, digestivas, etc.). Las claves para evitarlos son: 1)- Ventilación permanente donde se utilicen los aparatos. 2)- Instalación, mantenimiento y correcto funcionamiento de los dispositivos. 3)- En el caso de braseros: utilícelos únicamente en ambientes bien ventilados y nunca en dormitorios. La prevención es vital para evitar intoxicaciones por inhalación de esta toxina.
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