He leído en este medio lo que dijo el gobernador interino, Osvaldo Jaldo: “Nadie puede ser proscripto por ser familiar de…”. Una de las monstruosidades que tienen los tres poderes del Estado tucumano, los municipios y comunas rurales, es el nepotismo. Según los diccionarios, el nepotismo “es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos de dar empleos públicos a familiares o amigos, sin tomar en cuenta sus competencias para el cargo, sino su lealtad o alianza”. La historia de la humanidad nos hace ver que a través de costosas revoluciones humanas, ya que se perdieron vidas, se abolieron los privilegios de nacimiento. En los regímenes republicanos, la prevalencia de la sangre o la amistad no se acepta como criterio para la promoción ni para la obtención de cargos públicos o la obtención de privilegios. Debe considerarse que el nepotismo, al no estar tipificado como delito en el Código Penal, se presta o facilita ser un medio para cometer actos de corrupción e impunidad y por tanto se convierte en un mecanismo para realizar acciones que reducen y menoscaban las bases de la forma de gobierno establecida por nuestra Carta Magna. También erosionan la dignidad y el honor de la gestión pública, porque afectan el bien común. En Tucumán, como en el país, la práctica del nepotismo se ha generalizado y extendido de tal manera que se considera algo natural, lo que agrava la situación y afecta nuestro futuro como nación. En resumen, las consecuencias son una suma de: prerrogativas, privilegios, prebendas, impunidad, corrupción, etc. Por todo ello: Si se eliminara o controlara el nepotismo, se estaría atacando una de las causas de la corrupción que hoy nos agobia. El desafío de los gobernantes debe ser enfrentar con seriedad y firmeza esta causa, que poco a poco desprestigia las instituciones de nuestra provincia y de la República. Ciudadanos, si queremos un país mejor, debemos exigir y luchar para que así sea.
He leído en este medio lo que dijo el gobernador interino, Osvaldo Jaldo: “Nadie puede ser proscripto por ser familiar de…”. Una de las monstruosidades que tienen los tres poderes del Estado tucumano, los municipios y comunas rurales, es el nepotismo. Según los diccionarios, el nepotismo “es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos de dar empleos públicos a familiares o amigos, sin tomar en cuenta sus competencias para el cargo, sino su lealtad o alianza”. La historia de la humanidad nos hace ver que a través de costosas revoluciones humanas, ya que se perdieron vidas, se abolieron los privilegios de nacimiento. En los regímenes republicanos, la prevalencia de la sangre o la amistad no se acepta como criterio para la promoción ni para la obtención de cargos públicos o la obtención de privilegios. Debe considerarse que el nepotismo, al no estar tipificado como delito en el Código Penal, se presta o facilita ser un medio para cometer actos de corrupción e impunidad y por tanto se convierte en un mecanismo para realizar acciones que reducen y menoscaban las bases de la forma de gobierno establecida por nuestra Carta Magna. También erosionan la dignidad y el honor de la gestión pública, porque afectan el bien común. En Tucumán, como en el país, la práctica del nepotismo se ha generalizado y extendido de tal manera que se considera algo natural, lo que agrava la situación y afecta nuestro futuro como nación. En resumen, las consecuencias son una suma de: prerrogativas, privilegios, prebendas, impunidad, corrupción, etc. Por todo ello: Si se eliminara o controlara el nepotismo, se estaría atacando una de las causas de la corrupción que hoy nos agobia. El desafío de los gobernantes debe ser enfrentar con seriedad y firmeza esta causa, que poco a poco desprestigia las instituciones de nuestra provincia y de la República. Ciudadanos, si queremos un país mejor, debemos exigir y luchar para que así sea.
He leído en este medio lo que dijo el gobernador interino, Osvaldo Jaldo: “Nadie puede ser proscripto por ser familiar de…”. Una de las monstruosidades que tienen los tres poderes del Estado tucumano, los municipios y comunas rurales, es el nepotismo. Según los diccionarios, el nepotismo “es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos de dar empleos públicos a familiares o amigos, sin tomar en cuenta sus competencias para el cargo, sino su lealtad o alianza”. La historia de la humanidad nos hace ver que a través de costosas revoluciones humanas, ya que se perdieron vidas, se abolieron los privilegios de nacimiento. En los regímenes republicanos, la prevalencia de la sangre o la amistad no se acepta como criterio para la promoción ni para la obtención de cargos públicos o la obtención de privilegios. Debe considerarse que el nepotismo, al no estar tipificado como delito en el Código Penal, se presta o facilita ser un medio para cometer actos de corrupción e impunidad y por tanto se convierte en un mecanismo para realizar acciones que reducen y menoscaban las bases de la forma de gobierno establecida por nuestra Carta Magna. También erosionan la dignidad y el honor de la gestión pública, porque afectan el bien común. En Tucumán, como en el país, la práctica del nepotismo se ha generalizado y extendido de tal manera que se considera algo natural, lo que agrava la situación y afecta nuestro futuro como nación. En resumen, las consecuencias son una suma de: prerrogativas, privilegios, prebendas, impunidad, corrupción, etc. Por todo ello: Si se eliminara o controlara el nepotismo, se estaría atacando una de las causas de la corrupción que hoy nos agobia. El desafío de los gobernantes debe ser enfrentar con seriedad y firmeza esta causa, que poco a poco desprestigia las instituciones de nuestra provincia y de la República. Ciudadanos, si queremos un país mejor, debemos exigir y luchar para que así sea.
He leído en este medio lo que dijo el gobernador interino, Osvaldo Jaldo: “Nadie puede ser proscripto por ser familiar de…”. Una de las monstruosidades que tienen los tres poderes del Estado tucumano, los municipios y comunas rurales, es el nepotismo. Según los diccionarios, el nepotismo “es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos de dar empleos públicos a familiares o amigos, sin tomar en cuenta sus competencias para el cargo, sino su lealtad o alianza”. La historia de la humanidad nos hace ver que a través de costosas revoluciones humanas, ya que se perdieron vidas, se abolieron los privilegios de nacimiento. En los regímenes republicanos, la prevalencia de la sangre o la amistad no se acepta como criterio para la promoción ni para la obtención de cargos públicos o la obtención de privilegios. Debe considerarse que el nepotismo, al no estar tipificado como delito en el Código Penal, se presta o facilita ser un medio para cometer actos de corrupción e impunidad y por tanto se convierte en un mecanismo para realizar acciones que reducen y menoscaban las bases de la forma de gobierno establecida por nuestra Carta Magna. También erosionan la dignidad y el honor de la gestión pública, porque afectan el bien común. En Tucumán, como en el país, la práctica del nepotismo se ha generalizado y extendido de tal manera que se considera algo natural, lo que agrava la situación y afecta nuestro futuro como nación. En resumen, las consecuencias son una suma de: prerrogativas, privilegios, prebendas, impunidad, corrupción, etc. Por todo ello: Si se eliminara o controlara el nepotismo, se estaría atacando una de las causas de la corrupción que hoy nos agobia. El desafío de los gobernantes debe ser enfrentar con seriedad y firmeza esta causa, que poco a poco desprestigia las instituciones de nuestra provincia y de la República. Ciudadanos, si queremos un país mejor, debemos exigir y luchar para que así sea.
He leído en este medio lo que dijo el gobernador interino, Osvaldo Jaldo: “Nadie puede ser proscripto por ser familiar de…”. Una de las monstruosidades que tienen los tres poderes del Estado tucumano, los municipios y comunas rurales, es el nepotismo. Según los diccionarios, el nepotismo “es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos de dar empleos públicos a familiares o amigos, sin tomar en cuenta sus competencias para el cargo, sino su lealtad o alianza”. La historia de la humanidad nos hace ver que a través de costosas revoluciones humanas, ya que se perdieron vidas, se abolieron los privilegios de nacimiento. En los regímenes republicanos, la prevalencia de la sangre o la amistad no se acepta como criterio para la promoción ni para la obtención de cargos públicos o la obtención de privilegios. Debe considerarse que el nepotismo, al no estar tipificado como delito en el Código Penal, se presta o facilita ser un medio para cometer actos de corrupción e impunidad y por tanto se convierte en un mecanismo para realizar acciones que reducen y menoscaban las bases de la forma de gobierno establecida por nuestra Carta Magna. También erosionan la dignidad y el honor de la gestión pública, porque afectan el bien común. En Tucumán, como en el país, la práctica del nepotismo se ha generalizado y extendido de tal manera que se considera algo natural, lo que agrava la situación y afecta nuestro futuro como nación. En resumen, las consecuencias son una suma de: prerrogativas, privilegios, prebendas, impunidad, corrupción, etc. Por todo ello: Si se eliminara o controlara el nepotismo, se estaría atacando una de las causas de la corrupción que hoy nos agobia. El desafío de los gobernantes debe ser enfrentar con seriedad y firmeza esta causa, que poco a poco desprestigia las instituciones de nuestra provincia y de la República. Ciudadanos, si queremos un país mejor, debemos exigir y luchar para que así sea.
He leído en este medio lo que dijo el gobernador interino, Osvaldo Jaldo: “Nadie puede ser proscripto por ser familiar de…”. Una de las monstruosidades que tienen los tres poderes del Estado tucumano, los municipios y comunas rurales, es el nepotismo. Según los diccionarios, el nepotismo “es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos de dar empleos públicos a familiares o amigos, sin tomar en cuenta sus competencias para el cargo, sino su lealtad o alianza”. La historia de la humanidad nos hace ver que a través de costosas revoluciones humanas, ya que se perdieron vidas, se abolieron los privilegios de nacimiento. En los regímenes republicanos, la prevalencia de la sangre o la amistad no se acepta como criterio para la promoción ni para la obtención de cargos públicos o la obtención de privilegios. Debe considerarse que el nepotismo, al no estar tipificado como delito en el Código Penal, se presta o facilita ser un medio para cometer actos de corrupción e impunidad y por tanto se convierte en un mecanismo para realizar acciones que reducen y menoscaban las bases de la forma de gobierno establecida por nuestra Carta Magna. También erosionan la dignidad y el honor de la gestión pública, porque afectan el bien común. En Tucumán, como en el país, la práctica del nepotismo se ha generalizado y extendido de tal manera que se considera algo natural, lo que agrava la situación y afecta nuestro futuro como nación. En resumen, las consecuencias son una suma de: prerrogativas, privilegios, prebendas, impunidad, corrupción, etc. Por todo ello: Si se eliminara o controlara el nepotismo, se estaría atacando una de las causas de la corrupción que hoy nos agobia. El desafío de los gobernantes debe ser enfrentar con seriedad y firmeza esta causa, que poco a poco desprestigia las instituciones de nuestra provincia y de la República. Ciudadanos, si queremos un país mejor, debemos exigir y luchar para que así sea.
He leído en este medio lo que dijo el gobernador interino, Osvaldo Jaldo: “Nadie puede ser proscripto por ser familiar de…”. Una de las monstruosidades que tienen los tres poderes del Estado tucumano, los municipios y comunas rurales, es el nepotismo. Según los diccionarios, el nepotismo “es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos de dar empleos públicos a familiares o amigos, sin tomar en cuenta sus competencias para el cargo, sino su lealtad o alianza”. La historia de la humanidad nos hace ver que a través de costosas revoluciones humanas, ya que se perdieron vidas, se abolieron los privilegios de nacimiento. En los regímenes republicanos, la prevalencia de la sangre o la amistad no se acepta como criterio para la promoción ni para la obtención de cargos públicos o la obtención de privilegios. Debe considerarse que el nepotismo, al no estar tipificado como delito en el Código Penal, se presta o facilita ser un medio para cometer actos de corrupción e impunidad y por tanto se convierte en un mecanismo para realizar acciones que reducen y menoscaban las bases de la forma de gobierno establecida por nuestra Carta Magna. También erosionan la dignidad y el honor de la gestión pública, porque afectan el bien común. En Tucumán, como en el país, la práctica del nepotismo se ha generalizado y extendido de tal manera que se considera algo natural, lo que agrava la situación y afecta nuestro futuro como nación. En resumen, las consecuencias son una suma de: prerrogativas, privilegios, prebendas, impunidad, corrupción, etc. Por todo ello: Si se eliminara o controlara el nepotismo, se estaría atacando una de las causas de la corrupción que hoy nos agobia. El desafío de los gobernantes debe ser enfrentar con seriedad y firmeza esta causa, que poco a poco desprestigia las instituciones de nuestra provincia y de la República. Ciudadanos, si queremos un país mejor, debemos exigir y luchar para que así sea.
He leído en este medio lo que dijo el gobernador interino, Osvaldo Jaldo: “Nadie puede ser proscripto por ser familiar de…”. Una de las monstruosidades que tienen los tres poderes del Estado tucumano, los municipios y comunas rurales, es el nepotismo. Según los diccionarios, el nepotismo “es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos de dar empleos públicos a familiares o amigos, sin tomar en cuenta sus competencias para el cargo, sino su lealtad o alianza”. La historia de la humanidad nos hace ver que a través de costosas revoluciones humanas, ya que se perdieron vidas, se abolieron los privilegios de nacimiento. En los regímenes republicanos, la prevalencia de la sangre o la amistad no se acepta como criterio para la promoción ni para la obtención de cargos públicos o la obtención de privilegios. Debe considerarse que el nepotismo, al no estar tipificado como delito en el Código Penal, se presta o facilita ser un medio para cometer actos de corrupción e impunidad y por tanto se convierte en un mecanismo para realizar acciones que reducen y menoscaban las bases de la forma de gobierno establecida por nuestra Carta Magna. También erosionan la dignidad y el honor de la gestión pública, porque afectan el bien común. En Tucumán, como en el país, la práctica del nepotismo se ha generalizado y extendido de tal manera que se considera algo natural, lo que agrava la situación y afecta nuestro futuro como nación. En resumen, las consecuencias son una suma de: prerrogativas, privilegios, prebendas, impunidad, corrupción, etc. Por todo ello: Si se eliminara o controlara el nepotismo, se estaría atacando una de las causas de la corrupción que hoy nos agobia. El desafío de los gobernantes debe ser enfrentar con seriedad y firmeza esta causa, que poco a poco desprestigia las instituciones de nuestra provincia y de la República. Ciudadanos, si queremos un país mejor, debemos exigir y luchar para que así sea.