Martín Guzmán se siente acorralado. Es poco común que sus asociados lo vean nervioso o sin aliento para levantar el teléfono para expresar sus quejas. Ahora está en problemas y se le nota en la cara. No es que no lo fuera antes, pero el acoso se ha vuelto permanente. Ya no es solo Cristina. Ya no es solo La Cámpora. Esas voces fueron un susurro incómodo desde el mismo día de su asunción. La tormenta perfecta comenzó a cerrarse sobre sus planes para poner la economía en orden en los últimos siete días. Una nueva sombra se proyecta a cincuenta metros de su oficina.
«Te lo vas a tener que meter en la billetera, Martín. No te relajes, eh. Ponlo en tu billetera porque tienes que ganar las eleccionesJuan Manzur le dijo el martes, en la primera conversación en solitario, tras su debut como Jefe de Gabinete. No fue un tono agresivo, pero sí incisivo. Una declaración de principios. Manzur está arriesgando su futuro. No oculta lo que quiere ser Presidente Algunos incluso han empezado a burlarse de él agitando 2023. Se siente reconfortado. Se hincha el pecho. Se ha abierto una ventana que no tenía hasta hace una semana.
Es una ventana demasiado astillada, por cierto, pero sueña con ser parte de la reconstrucción y eso lo convierte en el rostro de una era de despegue en la gestión. El nuevo Jefe de Gabinete es hiperactivo: si es necesario, en lugar de convocar a los ministros a su despacho, acude al de ellos para proponer iniciativas. Les sorprende. Quiere animarlos. Ha hecho críticas sobre algunas actuaciones. O, al revés, sobre la no operación. Todo vuelve. Cristina dixit.
Tampoco se le privó de sellar los anuncios, incluso los que estaban siendo estudiados bajo la tutela de Santiago Cafiero. Alberto salió del lugar para que esas medidas tuvieran el sello de su funcionario. Era parte de la negociación que él aceptara salir de su provincia.
Desde mejoras relacionadas con la economía (aumento del salario mínimo a 32 mil pesos, mejoras para los trabajadores que pagan el IRPF y cambios en la política de jubilaciones) hasta las vinculadas a la eliminación de las restricciones sociales por la pandemia, Manzur intentó sacar una tajada. . Respecto a estas eliminaciones, se contó una anécdota en los pasillos de la Casa Rosada para incrementar el cambio en marcha. Dijeron que Carla Vizzotti le pidió a Manzur que realizara una ronda final de consultas con epidemiólogos antes de retirar el barbijo en espacios públicos y que el hombre de Tucumán respondió: «¡Pero Carla! Estás hablando con el especialista.»
Con el asentimiento de Cristina y la aceptación del presidente, los planes de Guzmán comienzan a destruirse como castillos de arena. El partido gobernante en el Congreso, con Máximo Kirchner en primer plano, está trabajando para modificar el Presupuesto 2022 y la nueva ley de hidrocarburos. Manzur acaba de notificarle que el tema no es un problema o, al menos, que no es un problema prioritario. Y la presión no cesa para que el acuerdo con el FMI se amplíe en plazos de más de diez años, aunque los estatutos del Fondo lo impiden. El tablero de ajedrez sobre el que se encuentra Guzmán es cada vez más complejo.
¿Y la inflación? Es otra batalla que puede esperar. Lo importante es la aceleración del gasto. «La platita», para decirlo en el particular termómetro social de Daniel Gollán. El ajuste que hizo el ministro de la cartera económica en los primeros meses del año, más parecido a una administración macrista que a una kirchnerista, impactó en las urnas y es una mancha que se esparce en todos los círculos gobernantes.
Cristina no la perdona, aunque sus asesores hacen movimientos de prensa para decir que no quiere su cabeza. Ellos no dicen toda la verdad. Sí, él lo hace. Es solo cuestión de tiempo y especulaciones. El vicio llama a Guzmán habría buscado otra cosa: no perturbar demasiado los mercados o empantanar las negociaciones con Kristalina Georgieva.
El domingo 14, si hubiera una nueva derrota, Cristina iría por más. Quiere que Matías Kulfas, el ministro de Producción, y el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, salgan del Gabinete. Quizás incluya a Matías Lammens, de Turismo, en esa lista. Guzmán no quiere ir y Cristina lo sabe. Es terco. Eso explica sus concesiones. En sus últimos argumentos, sin embargo, hizo algo que nadie hace: le dijo a Cristina que estaba equivocada. Es fácil suponer, hablando con fuentes de Camper, que al expresidente no le gustó que la desautorizara.
El milagro de la permanencia de Guzmán en el Ejecutivo podría ocurrir si aceptara que modifiquen su política económica de la cabeza a los pies. Habrá que ver hasta dónde llegan sus energías. O hasta qué nivel permite que su ministerio sea intervenido virtualmente, como se analiza en algunas áreas.
Máximo Kirchner lo ha confesado en conversaciones reservadas. Han trascendido algunos detalles de estas conversaciones, a pesar del compromiso de no divulgación que establece con ciertos personajes y también con periodistas selectos, que primero pasan por un filtro severo. Hay un gran revuelo con esta pregunta en el universo ultra K. La filtración de detalles concretos que estremecen a Máximo. Como si desconocieran un viejo truco: los amigos no transmiten, pero cuentan. A veces son más peligrosos que los enemigos.
Alberto, a instancias de su nuevo brazo ejecutivo, Manzur, relega las expectativas de Guzmán. Gracias a un dispositivo contable con el FMI DEG y la constante impresión de billetes, el Gobierno consiguió 422.000 millones de pesos extra para volcar en el mercado. Los estrategas de la campaña del Frente de Todos esperan que esto se traduzca en un cambio de clima para los votantes.
Según cálculos de la consultora FMyA, la emisión por el déficit del año será de un billón de pesos. El impacto de la maniobra se sentiría en verano. La inflación apenas tiene ancla. Guzmán planeó un aumento de precios para 2022 mayor que este año. Tenía programados incrementos en 2021 del 29%. En diciembre, con suerte, cerraría por debajo de los 50 puntos. Los economistas de la oposición entienden que el próximo año sería mayor. Macri dejó el 53,8% en 2019, su peor año. Son figuras parecidas que se alargan en el tiempo. Pero los frigoríficos siguen vacíos y habrá que ver qué pasa con las tarifas. Guzmán planea recaudar. Cristina ya ha evitado incrementos este año por encima de un dígito. Guzmán había dicho que estarían a tono con la inflación.
El tema arancelario está pendiente en la larga agenda que algún día tendrán que retomar Alberto y Cristina. Hoy el diálogo entre ellos es frío. Hablaron durante una hora Viernes de la semana pasada, antes de los anuncios. El presidente estaba en la Casa Rosada y el vicepresidente en el Senado. Se enteró de que ciertos asesores de Alberto sugirieron romper la alianza. Los maldijo en voz alta. Entre ellos Gustavo Beliz.
Quienes la conocen en profundidad sospechan que llegarán semanas de tensión en los últimos dos meses del año, cuando los argentinos hayan dejado atrás la elección de diputados y senadores. Hay más malas noticias en el horizonte para Cristina. Y Alberto Fernández lo sabe.
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Fuente: Clarin.com