Las dificultades económicas que atraviesa Argentina —agudizadas por la pandemia, las consecuencias derivadas del conflicto en Ucrania y la histórica sequía— no hacen más que profundizar el descontento social con respecto a la dirigencia política. Condicionado por el acuerdo con el FMI, el Gobierno maniobra para evitar una crisis social.
Cuando parecía que la economía argentina había tocado fondo y que comenzaría a repuntar, la llegada de la sequía más larga del siglo XXI repercutió de lleno en la débil situación financiera del país. Antes de empobrecimiento apremiante de los ingresos populares, crece el peso de los sectores antipolíticos que amenazan con romper el orden establecido.
Si en septiembre de 2022 el Gobierno de Alberto Fernández había calculado que la inflación para el próximo año sería del 60%, en pocos meses la previsión se convirtió en letra muerta. El aumento de los precios, que en febrero superó el 6% mensual —llevando la inflación interanual al 102,5%, su nivel más alto en 31 años—, echó por tierra cualquier esperanza de estabilización a principios de año.
El sorpresivo golpe a las frágiles reservas disponibles en el Banco Central a causa de la sequía —que afecta la liquidación de divisas provenientes de exportaciones agropecuarias— puso en comprobar la estabilidad tan anhelada por el ministro de Economía, Sergio Massa.
golpe a la economia
El impacto es doble: además de complicar el frente cambiario, compromete las posibilidades de cumplir la meta establecida en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) alcanzado para refinanciar la deuda contraída durante la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019). ). ).
“El panorama económico es muy complicado porque no hay reservas. Las medidas que se están tomando, en línea con el FMI, implican recortes en el gasto social: el ajuste posiblemente aumentará fuertemente la pobreza”, advierte a Sputnik el economista Ismael Bermúdez.
El lanzamiento del dólar agrícola también genera preocupación.
Entre las medidas anunciadas, la que más Conmoción genera lanzamiento de «agrodólar» por un tiempo determinado, un régimen cambiario especial que ofrece a los sectores productores de cultivos como la soja —junto a otros complejos agroindustriales— liquidar su producción a un valor de 300 pesos por cada dólar, frente a los 218,5 pesos señalados por el funcionario cita.
Según Bermúdez, la iniciativa promulgada esconde una devaluación, pero “en lugar de hacerlo generalizado, se hace por sectores, es muy probable que muchos exportadores liquiden más hoy a costa de lo que iban a liquidar dentro de un tiempo: como si fuera pan para hoy y hambre para mañana. No hay certeza de que los dólares lleguen mañana».
“Es una pérdida profunda para el Banco Central: compra a 300 para los agroexportadores y vende a 218,50 para los importadores. Ese batacazo es importante”, dice Bermúdez.
La medida ordenada, según el investigador, se enmarca en un contexto de presiones del FMI para cumplir con los lineamientos asumidos en cuanto al fortalecimiento de las reservas: “con la sequía, el margen del Gobierno se va estrechando cada vez más. peso del Fondo Monetario Internacional en este sentido».
“Durante mucho tiempo la política económica ha estado alineada en base al acuerdo con el Fondo. Ahora el organismo se ha vuelto más severo, mientras el país depende más de él. Las auditorías trimestrales ubican a la Argentina en un lugar totalmente dependiente”, dice el economista. .
Del palacio a la calle
El problema estructural denunciado por Bermúdez tiene su reflejo concreto en el bolsillo de los argentinos. Como lo atestiguan las organizaciones sociales que protestan contra la caída en el poder adquisitivo Las dificultades macroeconómicas impactan en los precios: “hay muchos rubros donde los incrementos son mensuales en lugar de trimestrales, incluso es probable que la inflación en 2023 sea superior a la de 2022”, sugiere el especialista.
Los bolsillos de los argentinos, cada vez más apretados por la inflación.
La foto antigua muestra que la creación de empleo se hace a costa de salarios precarios —la segunda más baja de América Latina. Los datos son contundentes: por primera vez desde el retorno a la democracia en 1983, se registran cinco años consecutivos de caída de salarios e ingresos en general.
“Las jubilaciones cayeron casi un 20% durante el gobierno de Macri, y ahora han caído otros 15 puntos. Ante esta situación, todo indica que las jubilaciones de los sectores medios seguirán cayendo”, advierte Bermúdez.
El La caída de los salarios se da con mayor intensidad en los barrios populares, donde la coyuntura social lanza una alerta al Ejecutivo que asumió, tras la salida del gobierno de Macri, con el mandato de “empezar por los últimos para llegar a todos”. Las dificultades impuestas por el escenario internacional y por la sequía «podrían llevar a un aumento de los índices de pobreza e indigencia», dice el economista.
“El acuerdo con el FMI en sí es inflacionario. El hecho de devaluar intensamente la moneda y eliminar los subsidios a las tarifas de los servicios públicos hace que la altísima inflación que dejó Macri sea imposible de bajar”, dice Bermúdez.
Contener para que no se rompa
El panorama es claramente sensible para la mayoría de la población y, por tanto, hace saltar las alarmas sobre una ruptura entre la dirigencia política y la sociedad civil: «hoy estamos en medio de un yesquero social que se refleja en el 40 % de pobreza». , y eso se manifiesta en todos los ámbitos”, considera Bermúdez.
El diagnóstico del economista es refrendado por el analista y consultor político Calos Fara. En diálogo con Sputnik, señala: «Durante mucho tiempo el clima social ha mostrado más pesimismo que optimismo de cara al futuro. A esto se suma un hecho sin precedentes en los 40 años de democracia: tres gobiernos consecutivos con una imagen negativa mayor que el positivo».
El descontento puede llevar a canalizar el descontento por parte de outsiders que proponen una ruptura: “esto provocó que una parte importante de la población, especialmente los jóvenes, estuvieran descontentos con el statu quo y canalizaran sus expectativas hacia una figura antipolítica”, sostiene la consultora .
“La forma en que hoy se expresa la indignación no es ideológica: es más bien un sentimiento de molestia con el estado de las cosas”, dice el analista.
Presión para las elecciones de octubre
En Argentina, antes del advenimiento de las elecciones presidenciales de octubre, la El fenómeno outsider tiene nombre y apellido: Javier Milei, el economista que en las elecciones legislativas de 2021 cosechó el 17% de los votos representando a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
Según Fraga, el surgimiento de esta figura política se explica en el mensaje de oposición explícita a los partidos tradicionales: “lo que tiene Milei es que es una novedad. Por otro lado, el Frente de Todos [oficialismo] y Juntos por el Cambio [oposición] Tienen procedencias más clásicas.
El fenómeno Milei preocupa de cara a las elecciones.
«Definitivamente el de Milei es un fenómeno policlase, con profunda inserción en sectores de clase media baja. La característica de haber llegado al último rincón del país, y por eso tiene un piso de intención de voto considerable”, pondera el consultor.
La imagen remite inmediatamente a 2001, año de la mayor crisis política argentina de la historia, cuando la economía del país se derrumbó y se produjo una convulsión social que derivó en la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa (1999-2001), y la posterior sucesión de cinco líderes en 11 días.
Durante el llamado Argentinazo, en diciembre de 2001, se vivió una crisis política, económica y social, producto de una política de ajustes ante una recesión, que restringió el acceso a los depósitos a los ahorristas y paralizó la economía.
Luego de semanas de saqueos a supermercados en diferentes ciudades del país, las movilizaciones populares se intensificaron. El decreto de estado de sitio del gobierno encendió las protestas del 19 y 20 de diciembre de ese año. La violenta represión policial dejó 39 muertos y cientos de heridos.
Para Fraga, sin embargola situación con respecto a ese escenario es diferente: «En ese momento no había inflación. Además, el gobierno en ese momento era de la Unión Cívica Radical, y el reemplazo fue el peronismo. Hoy ese peronismo se está desgastando, manejando la crisis económica actual».
“Cambió el ánimo social. En ese momento había mucha bronca y rabia, pero hoy la sociedad tiene menos energía para protestar: no vemos movilizaciones masivas. Parece que la sociedad fue derrotada por la incertidumbre y la impotencia”, dice el analista.
El Fraga relativiza la posibilidad de que el descontento y la popularización de discursos más radicales también puedan ser capitalizados por la izquierda.: «no está claro que la izquierda pueda canalizar el malestar social, ya que no tiene figuras innovadoras ni propuestas tan disruptivas como la derecha».
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Fuente: iprofesional.com