El objetivo primordial en los próximos días será estabilizar la situación cambiaria, con el fin de evitar una nueva crisis económica y social, más allá de los resultados electorales. La economía ha sufrido graves daños, con un aumento significativo de la inflación que ha alcanzado cifras de dos dígitos mensuales. La devaluación del tipo de cambio oficial después de las PASO ha tenido un impacto inmediato en los precios, y actualmente nos encontramos con un tipo de cambio real inferior al anterior a la devaluación.
Por otro lado, el dólar libre ha alcanzado los $1.200 en el caso del mercado negro (BLUE) y los $1.050 en el Contado con Liquidación (CCL), a pesar de las restricciones impuestas por el gobierno. Estas restricciones incluyen intervenciones en el mercado cambiario, la presencia de la AFIP en las calles para cerrar las cuevas financieras, cambios en las regulaciones y presión en los medios de comunicación para informar una cotización ficticia. Como resultado, la brecha entre el tipo de cambio libre y el oficial ha alcanzado el 228%, la cifra más alta desde 1989.
Esta crisis cambiaria también ha afectado al sistema bancario, con una disminución del 8% en los depósitos a plazo fijo en el último mes, a pesar de que deberían haber aumentado casi un 10% debido a la tasa de interés. Durante la semana, se han visto colas en los bancos para retirar pesos, ya que ante la inflación del 12% mensual, la gente prefiere comprar dólares en lugar de mantener su dinero en pesos.
En una corrida cambiaria clásica, el Banco Central vende dólares y retira pesos de la economía. Sin embargo, en la situación actual, la corrida se produce entre los privados, lo que implica que los pesos que una persona entrega a cambio de dólares terminan en manos de otra persona, que también busca convertirlos en dólares, lo que aumenta la demanda. Esto hace que el aumento del tipo de cambio sea aún mayor, ya que la oferta de dólares nunca se agota.
La situación es insostenible, pero ha quedado claro que devaluar sin un plan económico no resuelve los problemas. Los valores alcanzados por el dólar libre no tienen justificación alguna, y son el resultado de los desequilibrios macroeconómicos acumulados por el gobierno, especialmente en materia monetaria y cambiaria, junto con la incertidumbre sobre cómo se resolverán estos problemas por parte de la próxima administración.
El primer objetivo que se debe abordar es estabilizar la situación cambiaria. El Secretario de Política Económica, Gabriel Rubinstein, ha afirmado que el gobierno no devaluará después de las elecciones, pero volverá a implementar un tipo de cambio controlado recién en noviembre. Sin embargo, la capacidad del gobierno para estabilizar las variables monetarias y cambiarias es limitada, por lo que se necesitará la colaboración de los ganadores de las elecciones.
La propuesta de dolarización sin un precio definido, planteada por Milei, puede generar más incertidumbre y aumentar la demanda de dólares, ya que los agentes económicos buscarán anticiparse a la medida. Esto también afectaría a la deuda en pesos, que debería ser convertida en deuda en dólares. Actualmente, la deuda en moneda local cotiza cerca del 100%, mientras que la deuda en moneda extranjera lo hace en el 25%/30%.
En el caso de Bullrich, se ha planteado un plan de estabilización clásico, que incluiría una segmentación del mercado cambiario con una sinceramiento en el precio del dólar y el mantenimiento del cepo. Sin embargo, con una brecha cambiaria del 180%, esta medida estaría lejos de resolver el problema y dificultaría la recomposición de las reservas.
En cuanto al gobierno actual, se espera un cambio en su política económica, pero existe una gran incertidumbre sobre el rumbo que tomará, ya que Massa ha demostrado hasta ahora decir una cosa y hacer otra, lo que ha complicado aún más la situación económica.
En resumen, el objetivo principal para todas las fuerzas políticas en los próximos días debe ser estabilizar la situación cambiaria. De no lograrse, el estallido de una nueva crisis económica y social será inevitable.
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