La inseguridad, como un tema complejo e interdisciplinario, necesita ser abordado desde diferentes ángulos para encontrar una solución concreta y verdadera que vaya más allá de las promesas. No solo se gestiona añadiendo más agentes de policía, especialmente cuando la formación de agentes no es una garantía, o endureciendo las sanciones. Tampoco hay soluciones inmediatas.
Cuando en el quiosco Ramos Mejía ocurren crímenes como el de Roberto Sabo, se tocan fibras íntimas y se discute la responsabilidad de la política y las fuerzas de seguridad. Además, los medios nacionales suelen trabajar con información que busca el impacto del ranking o los resultados electorales relacionados con el posicionamiento político de los medios.
Menos de una semana después de las elecciones, el uso electoral del dolor para la inseguridad es miserable. No solo por intentar aprovecharse de las víctimas reales, sino por generar más violencia a partir de discursos que promueven el odio y la venganza que la búsqueda de soluciones al problema específico.
En días de sensibilidad social por actos aberrantes de inseguridad, es perverso ver a líderes políticos acercarse a las víctimas para replicar sentencias hechas con tono electoral marcado en los micrófonos, mostrando una falta de empatía más que un interés real en colaborar para solucionar el flagelo.
El delincuente que asesinó a Roberto Sabo había cumplido condena por un atraco anterior, y fue puesto en libertad luego de cumplir toda la pena asignada por la Corte. Este caso no está relacionado con ninguna acción tomada durante la cuarentena, ni con ningún beneficio adicional para aliviar su situación. Las declaraciones y títulos que apuntan en esta dirección no son reales. En cualquier caso, el poder ejecutivo y la dirección política tienen una deuda con la reintegración de las personas que han pasado por el sistema penitenciario.
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Fuente: matanzadigital.com.ar