Algo chamuscado, entre las brasas, Alberto Fernández sostiene que no quiere ceder ante Santiago Cafiero, quiso protagonizar la lista de diputados de la provincia de Buenos Aires. Aunque ese pase puede constituir un servicio para la representación partidaria que integran, disminuida por la falta de estrellas en el distrito. Pero la necesidad es abrumadora, incluso genera este tipo de versiones unos meses antes de las elecciones de mitad de período. El destacamento, de producirse, podría calificarse como un golpe a la autoridad presidencial, obligada a disponer de un colaborador a pleno; aunque, quizás -si se confirma el rumor- esa conclusión se verá atemperada por el eventual remplazo: Daniel Scioli, quizás hoy más dispuesto a un puesto de relevancia que a postularse como legislador en círculo en el Instituto Patria. Además, para el presidente, aunque no sea cierto, el embajador en Brasil es “su hermano”, un compañero de toda la vida. Esto es lo que declaro al pie de la letra. Podría sacar del área de interés a otro candidato para suceder al nieto del patriarca, Aníbal Fernández, cuyo nombramiento revelaría cierta debilidad de Alberto y subordinación a Cristina, detalles ya consagrados en la opinión pública. A pesar de que la semana pasada, como señaló este medio, se registró un provechoso almuerzo entre los dos varones Fernández para disipar los nubarrones entre ellos.
Si avanzaba la idea de traer a Scioli, Felipe Solá aparentemente se beneficiaría, siempre en el limbo por su dura relación con el presidente, ya sea porque se hace el tonto -como les gusta decir- o por la falta de un sustituto. Todavía parece un plazo fijo si se avecinan cambios. La tradición indica que no es prudente cambiar de jefe de gabinete a los pocos meses de las elecciones. Pero Cafiero se ha convertido en la principal válvula de entrada de agua para renovar el depósito de ministros. No basta con cambiar carteras (Justicia, Soria por Losardo), y las objeciones de la vicepresidenta responden al débil funcionamiento del equipo ministerial desde arriba. Se requiere otra conducción, no «té con leche» como lo definen Cafiero, no hace daño a nadie, pero tampoco cura. También tiene el apellido del patriarca, linaje. En las encuestas, su equilibrio es neutral, sin mucha opinión contraria y se distingue por no pertenecer a La Cámpora ni al redil de Cristina Fernández de Kirchner. Este dato es interesante: es difícil para el grupo conformarse con su membresía en el electorado nacional, ver las últimas elecciones de Misiones y, particularmente, Jujuy, donde un futuro padre y un veterano como Gerardo Morales vencieron a Milagro Sala, la compañera de Navidad de Alberto Fernández. , por un deslizamiento de tierra. y protegida por la ministra de la Diversidad, Liz Gómez Alcorta, y menos puede tentar voluntades fuera de su círculo. De ahí las apariciones de Pichetto y Randazzo para monopolizar a peronistas desilusionados. Sin embargo, es curioso que esta facción cristiana con pocos avances pueda provocar cambios en el gobierno y promover figuras de otro sector para no perder.
Si este alboroto se registra en la Casa Rosada y alrededores de Recoleta, el frente de oposición tampoco tiene tranquilidad. Por el contrario, los rottweillers se han escapado y no hay suficiente carne molida para contenerlos. Mauricio Macri partió para Europa, regresa casi seguro después del cierre de alianzas, como ajeno al proceso revulsivo que atraviesa el Pro. En Capital, por ejemplo, con una fiel y belicosa Patricia Bullrich, que luego de la cumbre Macri-Horacio Rodríguez Larreta y antes de que el viajero boquense se reuniera con María Eugenia Vidal, dicen que formulo esta reflexión: “Pongo mi cuerpo en el interior de la ciudad de Buenos Aires. Si yo pierdo, tú también pierdes. Y no te queda nada ”. Parece que Macri se sorprendió y le pidió que repitiera lo que había dicho. «Veamos, explícamelo». A lo que Patricia se habría expandido -casi en la misma teoría que Miguel Pichetto-, diciéndole que no veía la conveniencia de perder una partida sin haberla jugado, por lo que sugirió presentarse como número uno en la lista de diputados capitalinos y que ella, sin ruborizarse, podía ir número 4 y que Mauricio tenía 2 y 3 para negociar dentro del partido. Momento de meditación, aunque el expresidente afirma que no quiere jugar -extraño en alguien que juega todos los juegos y hasta en acertar el número de matrículas de los autos- y que su esposa Juliana tiene razón cuando le advierte. sobre la toxicidad de la política. Todavía tienes tiempo para pensar en ello, contar los granos en el Pro y estirar hasta la línea de definición en un mes. Como el dúo de Fernández en el gobierno sobre la suerte de Cafiero.
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Fuente: diariocordoba.com.ar