La canción ya decía: un Elon Musk molesta a mucha gente, muchos Elon Musk molestan mucho más. El multimillonario dueño de SpaceX y la obsesión de Tesla por colonizar Marte, acompañado de muchos de los amantes de la exploración espacial (entre ellos, este que te escribe), ha sido equiparado injustamente a un símbolo del capitalismo más voraz y parasitario que puede existir. .
La premisa en la que se basan estos críticos es que la idea de que podemos construir una vida en el planeta rojo no es más que un juego de manos, en contraposición a la creciente destrucción (el “pasado de la manada”) de nuestra propia biosfera. Y en esto tienen 100% de razón. No hay sustituto para la Tierra. Lo falso es atribuir esta mentalidad a planes de colonización espacial.
Primero, eliminemos el hecho de que Elon es un tipo peculiar (para ser amable), que ocasionalmente dice tonterías, actúa como un mocoso mimado, tuvo una actitud irresponsable en la pandemia y está volviendo locos a los astrónomos al lanzar miles de satélites a la Tierra. orbita. Pero recordemos también que entre sus mejores momentos está la creación de tecnologías y el mercado desde cero para permitir el advenimiento de los autos eléctricos, hoy celebrado como un componente importante para tratar de evitar un futuro de devastador cambio climático. Musk se preocupa por la Tierra.
En su obsesión marciana, el multimillonario simplemente señala que tener un respaldo para la vida terrestre en otro rincón del Sistema Solar es una buena idea. No como una forma de acabar con el parasitismo de la Tierra o por una ambición inconmensurable de crecimiento económico eterno (el falso dogma según el cual rezan muchos economistas liberales), sino por algo profundo y humanista.
La tragedia de la existencia humana es ampliamente reconocida en las artes y la ciencia. A nivel individual, sabemos que todos vamos a morir en algún momento. A nivel colectivo, sabemos que la existencia de vida en la Tierra –y la Tierra misma– es igualmente finita. Por el contrario, durante milenios, hemos mirado las estrellas durante milenios, y hasta ahora solo hemos contemplado nuestra propia soledad. La misma noción de proteger la Tierra proviene del reconocimiento de la propiedad más especial que tiene: la vida. Y sabemos que es un refugio finito, en el espacio y en el tiempo.
Parte de nuestra existencia, individual y colectiva, está definida por estas percepciones. Tenemos hijos, a quienes legamos el futuro, y la finitud contemplada de nuestra existencia nos lleva a buscar una vida digna de ser vivida.
Como especie inteligente, somos guardianes de la vida en la Tierra. Pero, más que eso, podemos ser su principal instrumento de propagación. ¡La Tierra puede tener hijos! Llevar vida a Marte es quizás lo más valioso que puede hacer la humanidad para justificar su propia existencia.
El planeta rojo ahora parece estéril (hipótesis aún por confirmar). Pero podría tener un futuro vibrante en las colonias humanas y, mucho más, con la introducción de una biosfera marciana creada a partir de la Tierra. ¡La Tierra puede tener hijos! Es un legado del que la humanidad, a pesar de sus males, puede estar orgullosa: llevar la vida al menos a un mundo más en el universo.
Esta columna se publica los lunes en Brasil Corrida.
Siga Sidereal Messenger en Facebook, Gorjeo, Instagram y YouTube
Noticia de Brasil