En una entrevista reciente, el presidente Lula afirmó que los videojuegos son responsables de la violencia entre los jóvenes, ya que estimulan la agresividad. En medio de la crisis de la secuencia de ataques perpetrados en las escuelas, esta declaración revela no solo un desconocimiento sobre el tema, sino también una visión desfasada de la realidad. En lugar de culpar a los juegos electrónicos, el gobierno debería centrarse en promover el bienestar y la seguridad de los niños y jóvenes en el entorno escolar.
A pesar de la creencia popular de que los videojuegos violentos son un impulsor directo del comportamiento agresivo en niños y jóvenes, los datos no lo respaldan. Se realizó un metanálisis de 28 estudios en los que participaron más de 21.000 jóvenes con el objetivo de investigar si los juegos con contenido violento contribuyen al comportamiento agresivo a largo plazo de los jóvenes.
Según Drummond y otros, los resultados indicaron que el efecto general para los jóvenes fue estadísticamente insignificante. Es decir, los estudios longitudinales no respaldaron un efecto a largo plazo entre el contenido de juegos agresivos y la agresión juvenil. Además, los investigadores argumentan que es más probable que las correlaciones se expliquen por problemas metodológicos y los efectos del sesgo del investigador que reflejan datos del mundo real.
Otros estudios corroboran la falta de causalidad entre los juegos agresivos y el comportamiento de niños y jóvenes. Uno de ellos es la investigación realizada por Andrew Przybylski y Netta Weinstein, que también investigó si los adolescentes que juegan videojuegos violentos tienen más probabilidades de mostrar un comportamiento agresivo que aquellos que no lo hacen. Para ello, se realizó una entrevista a una muestra de adolescentes británicos, así como a sus cuidadores, quienes evaluaron las conductas agresivas de los adolescentes.
Al probar estadísticamente las respuestas, no se encontró apoyo para la hipótesis de que jugar juegos violentos aumenta la agresión juvenil. Además, no se observó un umbral en el que los juegos violentos se vuelvan perjudiciales para el comportamiento agresivo. Con base en estos resultados, los autores reforzaron la importancia de que las políticas públicas se basen en evidencia sólida sobre el uso de la tecnología por parte de los jóvenes.
Además, la evidencia sobre políticas de prevención de agresiones en las escuelas no pasa por el seguimiento de las opciones de entretenimiento consumidas por niños y jóvenes. Algunos estudios señalan que una de las formas de prevenir y reducir este tipo de violencia es monitorear señales de alerta como la intención de herir a otros, el resentimiento y el rechazo social a los potenciales agresores, a través de una red de comunicación entre docentes, estudiantes, padres de familia y autoridades. También es importante apoyar psicosocialmente a las personas involucradas en tiroteos escolares a través de servicios de salud mental, orientación y seguimiento.
Otra medida es promover una cultura de paz en las escuelas, a través de programas de educación para la ciudadanía, resolución de conflictos y prevención del bullying. Finalmente, es fundamental integrar las acciones de gobierno en los diferentes niveles y sectores, a través de la coordinación interinstitucional e intersectorial.
Por tanto, la realidad va en sentido contrario a lo dicho por Lula. Es preocupante que el presidente aún utilice argumentos obsoletos y sin base científica para evadir la responsabilidad del gobierno en la construcción de políticas más eficientes para aumentar la seguridad en las escuelas. Después de todo, si la causa principal detrás de estos ataques son los juegos violentos, correspondería principalmente a las familias controlar el entretenimiento que consumen sus hijos.
En lugar de promover políticas públicas, el discurso que culpa a los videojuegos de la violencia juvenil refuerza los estereotipos negativos y puede conducir a una acción ineficaz. Es importante que el gobierno deje de poner excusas y tome acciones para desarrollar políticas adecuadas dirigidas al bienestar y seguridad de los jóvenes en el ambiente escolar. En este momento, el foco de la agenda del gobierno debe estar en la importancia de la permanencia en la escuela, el apoyo emocional y psicológico, y la prevención del acoso escolar, para promover un entorno más saludable y seguro para los niños y jóvenes.
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Fuente: uol.com.br