En vísperas de otra edición olímpica, veo que se repiten algunas escenas. La historia de los Juegos está inevitablemente contada por la trayectoria de los atletas. Esto me da argumentos para reforzar mi tesis de que el deporte sería solo una abstracción sin la presencia de deportistas.
Y, como en casi todas las ediciones olímpicas, las retrospectivas cuentan la historia de campeones y campeones. Sí, en esa secuencia, con el sencillo argumento de que los hombres empezaron a competir antes que las mujeres y poco se dice sobre los motivos de esta diferencia.
La participación de las mujeres en los Juegos Olímpicos no solo comenzó después de los hombres, sino que fue numéricamente menor durante todas las ediciones. Actualmente, aunque bastante cerca de la equidad del número de participantes, a ese punto cero todavía le falta algo para decir que estamos empatados.
Las retrospectivas, cada vez más bien producidas gracias a los recursos que permiten reconstruir imágenes a partir de narrativas y documentos originales, aún privilegian lo obvio.
Digo esto porque hay historias fantásticas, poco o nada conocidas, porque no se refieren a quién subió al podio.
Esta semana, por ejemplo, me puse en contacto con la tenista Suzana Gesteira. En 1968, aún firmó con Suzana Petersen y fue invitada a participar en los Juegos Olímpicos de México, cuando el tenis estaba presente en el programa de la competencia como demostración.
Suzana es de Rio Grande do Sul y fue entrenada por su padre, amante del deporte y entrenador de varios atletas que asistieron al Clube Sogipa en Porto Alegre. Vivió en el mundo del tenis cuando no había patrocinio, no había estructura para ir y venir como hoy. Los pocos viajes internacionales se planificaron con meses de anticipación y, para ser productivo, era necesario pasar mucho tiempo fuera del país, aprovechando así un pasaje aéreo inaccesible.
Y así surgió la aventura olímpica de este tenista. Debido a su posición en el ranking, fue invitada a representar a Brasil. Como es bien sabido, la participación brasileña en México tuvo lugar durante la dictadura militar, en vísperas del decreto AI-5. La delegación viajó en un avión de la FAB, por falta de recursos, y en el camino de regreso fue el último en salir de la Villa Olímpica por falta de transporte.
Pero Suzana no tuvo que pasar por estos contratiempos porque lo hizo por su cuenta. En Guadalajara se llevaron a cabo competencias demostrativas de tenis. Contó con la presencia de los mejores tenistas de ese momento, como era de esperar. Atrajo a un público inesperado, llenó las gradas y sorprendió a los organizadores.
Este hecho llevó a la organización de otro torneo de exhibición en la Ciudad de México, aún durante las competencias de la segunda semana olímpica. Y nuevamente, el público honró a los atletas que desafiaron el profesionalismo que impulsó al tenis del programa olímpico desde 1932.
En el torneo de la Ciudad de México brilló Suzana, que muchos investigadores y productores de la historia olímpica desconocen. Pasó a semifinales en el torneo de individuales, dobles y dobles mixtos y ganó tres medallas de bronce. Debido a la poca importancia atribuida al tenis de exhibición, estos resultados son pocos prestigiosos y reconocidos en la historia del deporte brasileño.
Más vale tarde que tarde, espero que se celebren estos logros. Como dice Paul Ricoeur, el olvido es enemigo de la memoria. Se lleva a cabo borrando las pistas, pistas que pueden ser escritas, documentales o psíquicas. Espero que este texto contribuya a la preservación de la memoria de Suzana en la historia olímpica brasileña.
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